En plena efervescencia de fines de los años 60, Japón vivía un doble ciclo de progreso económico y convulsión social. Tras recuperarse de la posguerra con el milagro económico y los JJ.OO. de Tokio 1964, emergió una juventud cada vez más crítica.
En 1968–1969 el país ardía en protestas estudiantiles, oposición a nuevas bases militares estadounidenses (especialmente en Okinawa) y demandas sociales que conectaban con ese «1968 global» que también vivía París, México, Praga o Berkeley. Fue en este caldo de cultivo donde surgió Provoke, una publicación de vida breve pero impacto duradero.
La revista, subtitulada «Materiales provocativos para el pensamiento», fue creada por Takuma Nakahira, Yutaka Takanashi, el crítico Kōji Taki y el poeta Takahiko Okada. Desde su primer número en 1968, Provoke rompió con los estándares de la fotografía tradicional japonesa: ni documentales prolijos, ni composiciones limpias, ni imágenes «bellas». Lo que proponían era una fotografía casi salvaje, visceral, fragmentaria.

La estética del caos: «are, bure, boke»
Si algo define visualmente a Provoke es su famosa estética are, bure, boke —palabras que significan, respectivamente, «áspero», «borroso» y «fuera de foco». Las fotografías publicadas en sus páginas eran granuladas, de alto contraste, sobreexpuestas, desenfocadas, tomadas muchas veces sin mirar por el visor. Se alejaban radicalmente de la imagen nítida y «objetiva» de la prensa, o de las postales turísticas del Japón moderno.
Esta elección visual no era caprichosa. Buscaban reflejar la tensión de una sociedad que había entrado en una nueva etapa urbana y tecnológica, pero que cargaba aún con los traumas de la guerra, la ocupación estadounidense y una modernidad desigual. Para los autores de Provoke, la fotografía debía ser un nuevo lenguaje, uno que no se subordinara al texto ni a las narrativas oficiales. Como escribieron:
«una imagen no puede expresar una idea como las palabras, pero puede provocar el lenguaje y las ideas».

Figuras clave: Nakahira, Moriyama y compañía
Aunque hoy el nombre más famoso asociado a Provoke es el de Daidō Moriyama, el núcleo original estaba formado por Takuma Nakahira, Yutaka Takanashi, Kōji Taki y Takahiko Okada. Moriyama se incorporó a partir del segundo número, aportando una mirada urbana más cruda, casi punk, que luego desarrollaría durante décadas.
Nakahira fue el pensador del grupo. Su libro For a Language to Come (1970) es una joya teórica de la fotografía contemporánea, donde argumenta que la imagen debe ser un lenguaje autónomo. Moriyama, más intuitivo, menos político, se centró en la vivencia directa del caos urbano: calles, reflejos, cuerpos, carteles. Takanashi, por su parte, aportó una visión más estructurada, más vinculada a la arquitectura y la ciudad. Juntos, configuraron una visión coral de lo que la fotografía podía ser: no ilustración, sino detonante.

Tres números que marcaron una época
La revista Provoke publicó solo tres números: noviembre de 1968, marzo de 1969 y agosto del mismo año. Cada uno contenía fotos, textos y composiciones poéticas que no buscaban una lectura lineal sino una experiencia sensorial. Las ediciones eran limitadas (unos 1000 ejemplares) y su diseño mismo abrazaba el caos: papel barato, tipografías irregulares, portadas monocromas en beige, verde y rojo.
Las imágenes muchas veces desorientaban al lector: ¿qué estoy viendo? ¿un rostro? ¿una calle? ¿una protesta? Ese desconcierto era parte del gesto. Como si dijeran: aquí no hay respuestas claras, solo indicios, sensaciones, fracturas.

Una influencia que perdura
Aunque fue un fenómeno breve, Provoke dejó una marca profunda en la fotografía japonesa de las décadas siguientes. Su enfoque influenció a generaciones de fotógrafos, tanto dentro como fuera de Japón. Museos como el MoMA, la Tate o el SFMOMA han reconocido la importancia del movimiento, y en años recientes se han realizado exposiciones retrospectivas como Provoke: Between Protest and Performance (2016–2017), que recorrió Viena, París y Chicago.
Editoriales como Shashasha han reeditado sus números facsímile, y muchos textos críticos se han traducido y publicado en línea. Hoy, es posible acceder a fragmentos de sus revistas y catálogos a través de recursos digitales como el Internet Archive, el sitio de Shashasha o artículos especializados en sitios como Pen Online.

¿Qué nos dice Provoke hoy?
En una era saturada de imágenes instantáneas y filtros algorítmicos, Provoke nos recuerda que la fotografía también puede ser disonancia, interferencia, ambigüedad. Que no todo debe ser claro, vendible y «agradable a la vista». Nos obliga a pensar en el lenguaje visual como una construcción cultural e ideológica, y a preguntarnos: ¿qué imágenes nos provocan hoy? ¿qué lenguajes nuevos podríamos estar necesitando?
Revisitar Provoke no es solo un ejercicio histórico, es también un llamado a pensar con imágenes, a desconfiar de las apariencias y a buscar formas visuales que incomoden, que interroguen. A veces, el mejor elogio a una foto es que no nos deje en paz.